PASAJERO DE UN SUEÑO JAPONES Por Gustavo Collini

Desde muy temprana edad nació en mi el deseo de viajar y conocer otras culturas, aunque ya sabía entonces que la manera de "conocer" no sería desde el lugar común del turista que observa como a través de un vidrio sino desde adentro, vivir y convivir con personas de algún lugar extraño y lejano.

En ese entonces tenía una compañera de secundaria, hija de japoneses, llamada Kina; con ella pasábamos horas hablando de las costumbres de Oriente. Compartíamos un sueño: el de conocer algún día el otro continente.

Fue diez años más tarde que la semilla de la curiosidad regada por el deseo dio su fruto; mis estudios y el destino -incierto pero ineludible- me llevaron a Japón, donde tuve la experiencia más conmovedora y excitante de mi vida; conviví con sus artistas, me alimenté de su filosofía y me zambullí en el inmenso océano de su cultura milenaria.


En Oriente hay maestros y artistas de diversas disciplinas, algunas ancestrales y otras contemporáneas.

Los maestros ancianos en Japón son queridos y venerados por la sociedad, ellos simbolizan la sabiduría con madurez; mi maestro Kazuo Ohno solía decir; "ser un anciano es como tener una segunda niñez"... Es como haber alcanzado nuevamente la pureza a través del camino de la experiencia y el conocimiento.


En Japón algunas expresiones artísticas son transmitidas en forma oral de generación en generación, de padres a hijos, son verdaderas castas del arte, donde cada nueva generación hereda un legado de sabiduría milenaria.


Algunas expresiones son tan hondas y complejas que requieren una vida entera asimilarlas. Esto sucede en las grandes familias de artistas de Tokio, Nara y Kyoto; en sus casas se encierra la mayor inspiración del arte tradicional japonés. Y qué decir de la sublime ciudad de Kyoto, antigua capital de Japón que ha inspirado los más bellos versos "haikus" y es cuna de oro de la arquitectura oriental antigua. Allí emergen por doquier magníficos templos que son un regocijo para el alma del observador sensible. Ciudad de graves tambores y shaimisen (especie de guitarra), de danza y de pintura sumi-e, la expresión mas sutil del color sobre seda o papel de arroz. Allí las mujeres vestidas con kimonos de vivos colores ricamente ornamentados son parte del paisaje cotidiano y las meditadas ikebanas cuentan en el lenguaje de las flores sobre estaciones y estados de ánimo. La ceremonia de servir el té verde es a la vez que encuentro fraternal, momento de meditación espiritual. 

No importa la forma que tome, desde el acto más simple al ritual mas sagrado, todo esta cargado de significado y simbolismo. En Oriente no existe separación entre arte y espiritualidad ya que son instrumentos de inspiración mutua.

En Japón el arte se aprende mediante una minuciosa observación de la vida cotidiana, aun la flor más pequeña tiene cosas que enseñarnos. Quiero aclarar que no soy descendiente de japoneses !lamentablemente¡ Esto habría simplificado mi difícil aprendizaje de sus usos y costumbres. Lo dice el entonces joven estudiante obstinado en querer entender todo desde la razón y la lógica occidental. Afortunadamente mi forma de pensar la cultura mutó con los años de convivencia junto a muchos generosos artistas de los que aprendí fundamentalmente a despertar nuevamente "mis sentidos".

Antes de partir hacia mi "sueño japonés" conocí en Argentina a la artista plástica Sensei Kazu Takeda mi "mamá japonesa", ella fue mi columna y estímulo desde Argentina; ¡cuántas veces un llamado telefónico a Sensei me sacó de un apuro! "Gustavo; el dragón de la cultura oriental está abajo y está dormido en vos -solía decirme- pero está. Cuando despierte no te asustes, solo sé tú mismo, como occidental ellos te van a ayudar y entender". Jamás olvide estas palabras y me ayudaron en los momentos de crisis durante el período de adaptación en mi estadía en Japón.
La voluntad mueve montañas, dice un antiguo dicho de ellos; y fue con mucha voluntad que logré perseverar en las varias oportunidades que visité el País del Sol Naciente. Quizás uno tarde tanto en adaptarse a sus costumbres porque venimos del país geográficamente más distante, Argentina, pero cuando logramos despertar al dragón mágico que duerme, la experiencia es una marca de fuego imborrable; la hospitalidad de su gente, la simpleza de tanta filosofía de vida, nos lleva a reflexionar y a sentir el universo de una forma más natural y humana.

Entiendo ahora por qué varios maestros japoneses me decían que ellos no enseñaban, sino que a través de las prácticas cotidianas contagiaban la pasión en la búsqueda interna, donde está todo el conocimiento. He aquí la diferencia entre un profesor y un verdadero maestro. Finalmente entendí que lo más importante del espíritu de Japón no está solamente en las antiguas leyendas de los samurais o en la mística que encierran los templos budistas o sintoístas de Kamakura; la verdadera espiritualidad está en la manera de "ver y sentir" los hechos cotidianos. 


Mi maestro Kazuo Ohno de Butoh decía que en la observación de las pequeñas cosas cotidianas está encerrada la sabiduría y la belleza del universo. "Puedes mirar un canto rodado o un yuyo silvestre y miraras un mundo que pocos ven, y si ese mundo lo haces tuyo y lo muestras a los demás, estarás recreando a través del arte un mundo único y mágico, aunque real".
El tren que recorre la tierra (lo cotidiano) y el que recorre el cielo (la imaginación) son inseparables, siempre viajan juntos...comentaba Kazuo Ohno en sus clases.

Este otro viaje dentro de la cultura japonesa modificó mi pensamiento occidental, renacieron mis sentidos y ahora me ayuda en el devenir cotidiano a realizar "mi sueño" por un instante y para siempre. Este es el espíritu y significado de la palabra ZEN.

Derechos de autor reservados en Buenos Aires, febrero - 2003

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